Emily camina de un lado a otro en la habitación de Nicolay. La idea de quedarse en ella era dormir un poco. Pero es imposible luego de presenciar una masacre como la de anoche. El alba despunta y con ello lágrimas de terror caen de sus hermosos ojos.
Grita frustrada.
Grita de miedo.
Grita por el amor que siente por ese ruso que no solo le robó el corazón, sino que la ha expuesto más inclusive que su propio padre.
Su padre.
Necesitaba verlo hasta hace poco, pero la ausencia se le volvió presencia con Nicolay cuidando de ella, amándola en silencio. Su piel erizada le recuerda que el peligro se hace presente en cada rincón de la vida del hombre que ama.
< Debo decidir que deseo hacer >, piensa mientras entra al baño para asearse.
Huele a pólvora y a muerte.
—No creo que pueda lograrlo —se dice a sí misma casi como un lamento.
Pero el recuerdo de la sonrisa de su hermanita la azota, dejándole un sabor amargo en la boca. El abismo que tiene delante pugna por engullir la, pero a lo lejos, c