La Promesa Rota
La Promesa Rota
Por: Isabela Mariposa
Capítulo 01
—Isabel, quiero dar por terminado el contrato. Usted misma lo dijo: si en cinco años Rodrigo no llegaba a amarme, el acuerdo quedaba sin efecto —dijo Susana, firme, sin rastro de duda en su voz.

—Sí, lo dije… pero ahora tienen a Matías. ¿Lo amas tanto como dices? ¿De verdad podrías permitir que le diga «mamá» a otra mujer?

—Sí, sin problema —respondió Susana, tajante—. Lo mío con Rodrigo siempre fue un contrato. Incluso, Matías fue parte de ello —añadió—. Y ahora que Lorena ha vuelto, ni Rodrigo ni Matías me necesitan ya.

Cinco años no habían pasado en vano. En algún punto, ella realmente se había enamorado. Pero ese amor nunca había sido correspondido, y lo único que había recibido eran puras decepciones.

Isabel Morales suspiró, recordando los escándalos de su hijo.

—Faltan siete días. Firma aquí, y, después de eso, la familia Morales te devuelve tu libertad.

Susana tomó el bolígrafo, puso su nombre sin dudar, y salió de esa casa sin mirar atrás.

Ya en el auto, le llegó una notificación del jardín infantil.

Era una foto.

En la imagen, Rodrigo Morales reía con total soltura, con su cuerpo inclinado hacia Lorena, mientras Matías le agarraba la mano con fuerza. Los tres llevaban puestos los conjuntos que Susana había mandado a hacer para el día de deportes.

No solo Lorena había ido en su lugar, sino que también se había puesto la ropa familiar que ella había elegido con tanto amor.

***

La relación entre Rodrigo y Lorena había sido una bomba mediática.

Él, heredero de una fortuna millonaria, y ella, una joven actriz que había abandonado sus estudios para conquistar el mundo del espectáculo.

Dos mundos opuestos, unidos por el amor. Hasta que Lorena, en pleno auge de su carrera, decidió romper aquella relación, alegando que necesitaba enfocarse en su futuro.

Rodrigo se vino abajo. Se entregó al alcohol, e incluso llegó a pensar en quitarse la vida. Aquella noche, su nombre fue tendencia: «El heredero de la familia Morales intenta suicidarse por amor.»

Al mismo tiempo, el padre de Susana estaba siendo operado. La cirugía era costosa, y ella no tenía cómo pagarla.

Fue entonces cuando apareció Isabel Morales, quien le ofreció ayuda: pagaría la operación… a cambio de que Susana se casara con Rodrigo por cinco años, ayudándolo a salir del pozo.

Tras esto, Isabel se presentó con Susana ante su hijo y dijo:

—Rodrigo, ¿quieres casarte con Susana?

Los tres guardaron silencio. Si Rodrigo se negaba, todo quedaría en la nada. Pero él, con una voz vacía, simplemente dijo:

—Me da igual. Podría ser cualquiera.

Se habían conocido por un contrato. Con el tiempo, Susana se había entregado de verdad, pero Rodrigo no.

Nunca la había mirado con cariño, y jamás había consumado el matrimonio, con la excusa del trabajo. Hasta que una madrugada llegó ebrio, la miró fijamente y murmuró:

—Tengamos un hijo.

Esa noche, se unieron.

Ella pensó que era el inicio de algo nuevo. Pero no. Ese mismo día, Lorena había hecho público que tenía novio y Rodrigo solo había acudido a ella en busca de consuelo.

Sin embargo, con el nacimiento de Matías, Rodrigo cambió: ya no era tan frío, le respondía cuando ella hablaba, y se quedaba más tiempo en casa.

Por esto, Susana pensó que había esperanza.

Hasta que Lorena terminó con su pareja. Esa misma noche, fue vista caminando de la mano con Rodrigo junto al río.

«¿Están juntos otra vez?», decían los titulares.

Desde entonces, todo había ido cuesta abajo. Rodrigo la llevaba a casa, permitiendo que Matías se encariñara con Lorena y buscara jugar con ella todo el tiempo.

Poco a poco, las fotos familiares comenzaron a llenar la casa. Rodrigo, que antes odiaba las cámaras, había decidido comprar una profesional, e incluso recortaba notas de tabloides donde salían juntos… y las guardaba como si fueran recuerdos valiosos.

Con Lorena, todo era diferente.

Fue entonces cuando Susana lo entendió: no importaba cuánto esperara, Rodrigo jamás la amaría. Su corazón solo le pertenecía a una persona, y esa era: Lorena Salas.

Pero, al menos, todo aquello era parte de un contrato, por lo que, en siete días, sería libre. Podría dejar esa casa sin dignidad, y empezar una nueva vida. Una donde, tal vez, por fin, pudiera cumplir su sueño: ser escritora en el extranjero.

Con esa idea en mente, envió un correo a una editorial y compró un vuelo para una semana después.

Al regresar a casa, condujo hasta su estacionamiento habitual. Sin embargo, justo cuando iba a entrar, otro auto se le adelantó.

Era el de Lorena. Y con ella iban Rodrigo... y Matías.

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