Punto de vista de Rebel
Siete meses. Habían pasado siete meses desde que les dije que estaba embarazada. Solo me quedaban dos semanas y mis pies me estaban matando, al igual que mi espalda.
Ya dominaba ese andar de pato típico del embarazo. Incluso Lubov ponía los ojos en blanco cuando me veía anadeando por la casa. Pero no se apartaba de mi lado.
Durante el último mes, Daniel había estado trabajando desde casa y Dylan se había negado a hacer cualquier recorrido por si acaso me adelantaba. Lo cual, con el tamaño que tenía, era una maldita posibilidad.
Resoplé mientras me levantaba y anadeaba hasta el baño. Había perdido la cuenta de cuántas veces había ido a hacer pis ese día. El bebé, que era un niño, estaba dándole cabezazos a mi vejiga. En serio, hijo, mi vejiga no es una pelota para cabecear.
Después de mi nervioso anuncio, Dylan y Daniel se arrodillaron y me propusieron matrimonio. Dadas las leyes, acepté casarme con Dylan. Pero Daniel seguía siendo mi esposo. Nos casamos en el cl