—¡No tienes por qué meterte en mis asuntos! Sé perfectamente lo que hago.
—Si de verdad supieras lo que haces, ¿crees que te estaría llamando ahora? Gabriel, tu padre y yo solo te tenemos a ti. Si no te casas y nos das nietos, el apellido Solís…
—¡Tengo novia!
Ni él mismo supo cómo se le escapó aquella frase. Para cuando se dio cuenta de lo inoportuno de sus palabras, Silvia ya lo había escuchado.
Ella se quedó impactada.
—¿Qué acabas de decir? ¿Tienes novia? ¿Y quién es? ¿De qué familia? ¿Cómo es que yo no sé nada?
Enseguida reaccionó.
—Pero eso no cuadra. Si tienes novia, ¿por qué aceptaste acompañarme a casa de los Valderrama? Gabriel, te lo digo en serio, a mí no me engañas…
—Apenas estamos quedando.
Silvia lo miró con escepticismo.
—¿En serio?
Aunque le costaba mucho creer las palabras de su hijo, conociendo su forma de ser, no parecía de los que decían ese tipo de mentiras.
—Te la presentaré en Año Nuevo.
—Está bien, entonces de momento no te buscaré más citas. ¡Pero más te vale