—¿Qué dijiste?
La asistente se encogió, temerosa, y negó rápidamente.
—No… no dije nada.
—¡Escena cuarenta y siete, listos! ¡A sus puestos!
Al escuchar la voz del director, Jimena le tendió el vaso a su asistente y le dijo con saña:
—No quiero traidoras a mi lado. Si quieres quedar bien con Regina, lárgate de una vez.
La joven sollozó en voz baja, con los ojos enrojecidos.
—Perdóname. No volveré a decir nada imprudente.
La escena cuarenta y siete era un diálogo entre Valeria y Jimena. El director tuvo que detener la filmación tres veces porque Valeria no lograba seguirle el ritmo a su coprotagonista, incapaz de proyectar esa contención y agudeza que su personaje requería.
Jimena observó al director echando chispas y disfrutó del momento. Incluso le lanzó una mirada de superioridad a Regina; quería demostrarle que su éxito no dependía de ella, sino de su propio talento.
Regina notó la mirada, pero su cara permaneció indiferente. En ese momento, alguien se acercó a hablar con el director