Ella asintió. Gabriel sonrió.
—Pues vámonos.
La tomó de la mano y Regina se dejó llevar hasta que entraron al ascensor, momento en el que retiró la suya. Cuando él pasó a su lado, no le dedicó ni una mirada de reojo.
Elena se quedó pasmada, viendo cómo ambos subían al ascensor. Observó hasta que la silueta de Gabriel desapareció de su vista, y entonces las lágrimas que había estado conteniendo rodaron por sus mejillas.
Hacía diez días que sabía que él volvería a la clínica para una cirugía. Como llevaban mucho tiempo sin verse, pensó que podrían comer juntos al terminar.
Sabía que ya estaba divorciado; creyó que tenía una oportunidad.
Pero no contaba con que, una vez más, solo se había hecho ilusiones.
La gente a su alrededor comenzó a murmurar. Mateo, después de dar el informe sobre la cirugía del paciente, se acercó y le dio una palmada en el hombro.
Elena se volteó. Le preguntó con una sonrisa amable:
—¿Ya comiste? ¿Quieres ir por algo? ¡Yo invito!
Elena había ido a la clínica ese d