Regina le envió un mensaje a Gabriel por WhatsApp, avisándole que se iría con la madre de él.
Apenas lo envió, subió al carro.
Silvia y ella se acomodaron en el asiento trasero. La mayor contempló a la joven, tan linda y bien plantada, y suspiró.
—Qué envidia me da Ali, con una hija como tú. Si te hubieras venido conmigo aquella vez, ahora yo también tendría un hijo y una hija. Regi, ¿y si mejor eres mi hija, eh?
Apenas terminó de hablar Silvia, el chófer intervino.
—Señora, ese es el carro del señor Gabriel.
Silvia giró la cabeza y, efectivamente, vio el vehículo de su hijo aún estacionado en la entrada.
«¡Así que no se ha ido!»
«Con que “tenía mucha prisa”, ¿eh? ¡Solo me estaba dando el avión!»
A Silvia le hirvió la sangre.
—No le haga caso, don Luis. Vámonos de aquí.
Regina aferraba el celular, revisando WhatsApp a cada instante. ¡Ni rastro de un mensaje de Gabriel!
«¿Ya lo habrá visto?»
«Seguro que sí... Entonces, ¿por qué sigue aquí?»
Miraba por la ventanilla trasera una y otra ve