Capítulo 68
Gabriel detuvo el carro ante un semáforo en rojo. Al girar la cabeza, notó que ella lo observaba fijamente.

Él arqueó una ceja, con una expresión indescifrable, entre divertida y seria.

—¿Por qué me miras así?

Regina no apartaba la vista de él, sus ojos fijos y brillantes.

—Pues porque estás muy guapo, ¿no?

A sus veintidós años, su piel era perfecta. Con labios carmesí y dientes impecables, su sonrisa, que arqueaba sus cejas y achinaba sus ojos, la hacía lucir particularmente vivaz y deslumbrante.

Las manos de Gabriel se aferraron con más fuerza al volante casi sin darse cuenta; su nuez de Adán subió y bajó con lentitud. Su voz, un susurro ronco y exquisitamente atractivo, rompió el silencio.

—No vuelvas a vestirte así.

Regina parpadeó, confundida. Bajó la mirada y lo primero que vio fue la pronunciada curva de su escote.

Sintió un calor súbito subirles a las mejillas e instintivamente trató de cubrirse un poco, pero enseguida recordó que el diseño del vestido tenía justamente esa inte
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