Regina había pensado que podía tratar a Gabriel como una distracción, un pasatiempo para sobrellevar la situación mientras fingía que todo estaba bien entre ellos. Cuando él se aburriera, podrían tomar caminos separados y adiós.
¿Pero cuándo se iba a cansar de ella? ¿Cuándo terminaría ese suplicio? Se sentía frustrada. Tomó su celular y se puso a revisar sus chats sin un rumbo fijo, hasta que su dedo se detuvo sobre la foto de perfil de Andrea.
No le había contado que había vuelto a enredarse con Gabriel. Si se enteraba, seguro la regañaría. Se sentía patética.
Reprimió el impulso de desahogarse y abrió su laptop. Entró al panel de administración de su tienda en línea. Solo ver los informes de ventas diarios y el saldo creciente en su cuenta de banco lograba disipar gran parte de sus preocupaciones y le devolvía un poco de tranquilidad.
Entró a la página oficial de una tienda y compró un bolso, ingresando la dirección de Verónica para el envío. Le llegó una notificación del grupo de ch