Pero el asistente de Gabriel le dijo que no tenía ninguna orden de su jefe y que no podía tomar esa decisión por su cuenta, lo que enfureció a Regina.
Incluso consideró la idea de tirar sus cosas a la calle. Entonces recordó todos los objetos que él le había dado cuando se divorciaron; aún tenía que devolvérselos.
Sabía que su ropa era cara. Si la tiraba, él se la reclamaría más tarde y solo le causaría más problemas. Tras meditarlo, se limitó a cerrar la puerta de la habitación de huéspedes para no tener que pensar más en el asunto.
Ese día, la madre de Gabriel la llamó para decirle que su mamá y la señora Quintero se habían peleado, y le pidió que fuera a mediar. Al saber que el problema estaba relacionado con ella, Regina dejó su trabajo y tomó un taxi a la casa de los Valderrama.
Cuando llegó, Silvia la recibió con una sonrisa.
—Las dejo para que hablen tranquilas. Ya me voy.
Alicia observó a Silvia irse con una actitud de disgusto. Regina se sentó junto a ella.
—Mamá…
Alicia se vo