—Creí que me habías dicho que era mujer.
—Esa vez sí, esta vez no. No es como que solo tenga amigas.
El humor de Gabriel se agrió.
—¿Está soltero? Cenaste con él hasta las ocho y dejaste que te trajera a casa, ¿qué relación tienes con él?
Regina decidió ignorarlo. En cuanto se abrieron las puertas del ascensor, salió. Gabriel la siguió. Tenía las llaves de ella.
—Abre.
Gabriel sacó la llave y abrió la puerta. Ella entró, sin dignarse a responderle. Con una actitud severa, apenas llegaron a la sala, la sujetó del brazo por detrás y la obligó a girarse.
—¡Contéstame!
—¡Suéltame, me estás lastimando!
Al escucharla quejarse, Gabriel aflojó un poco la presión, pero no la soltó. Su atractiva cara mostraba una dureza que contrastaba con la calidez de la mañana. La miró fijamente y repitió su pregunta.
—¿Qué relación tienes con él?
—¡Ya te dije! Es un amigo, un amigo hombre. Gabriel, ¡¿estás loco o qué?!
Verla enojada, extrañamente, lo tranquilizó un poco.
—No vuelvas a cenar con él.
—¡¿Y por