La cena se extendió hasta las ocho de la noche.
Regina pagó la cuenta y ambos salieron del restaurante. Joel tomó la iniciativa.
—Te llevo.
Ella lo rechazó con amabilidad.
—No te preocupes, pido un taxi. Es muy fácil en esta zona.
Al ver que no le daba la más mínima oportunidad, Joel comentó, mitad en broma y mitad resignado:
—Bueno, aunque no vayamos a ser novios, supongo que al menos podemos ser amigos, ¿no? Si Alicia se entera de que te entretuve hasta tan tarde y luego te dejé irte sola a estas horas, te juro que le va a ir con el chisme a mi mamá.
Ya que lo ponía de esa manera, Regina sintió que no podía negarse más. Mientras él entendiera que no buscaba nada más, no veía problema en que fueran amigos, así que aceptó de nuevo.
—De acuerdo. Te lo agradezco.
—El honor es mío.
Con ademán de caballero, Joel le indicó el camino. Regina bajó con él.
***
El auto de Gabriel estaba estacionado cerca de la salida número dos. Sabía que la tienda de Regina quedaba cerca de esa puerta y que el