—Solo acepté acostarme contigo, no vivir juntos. Gabriel, ¡no abuses!
Respondió con calma:
—No quiero tener que levantarme y usar la misma ropa sucia.
Llevaba puesta la misma ropa del día anterior. Regina había estado casada con él unos meses, así que sabía lo obsesivo que era con la limpieza.
—Ese es tu problema, no el mío. Si no te gusta usar ropa sucia, muy fácil: no vengas. Nadie te obligó a estar aquí... ¡Esta es mi casa, mi clóset está lleno y el lugar es chico! ¡No tengo dónde meter tus cosas!
Gabriel la miró con intensidad.
—Mi departamento es mucho más grande. Trae tus cosas y múdate conmigo.
—Claro que no...
—Te doy dos opciones: o te mudas a mi departamento, o yo me quedo aquí. Vi que el cuarto de al lado está vacío, y es más que suficiente para mis cosas.
La señora Valderrama le había comprado un departamento de dos recámaras y una sala.
Regina misma había escogido ese lugar. Pensó que uno de tres recámaras sería demasiado grande y difícil de limpiar, mientras que uno de un