Este súbito cambio en el trato dejó a todos los presentes desconcertados.
Regina percibió el sarcasmo en las palabras de Eduardo; él sabía cuál era su relación con Gabriel. La noticia de que Silvia la había aceptado como su ahijada seguramente ya se había corrido en la alta sociedad.
Decidió ignorarlo. Eduardo le echó un vistazo al sujeto que estaba a su lado.
—Habla.
El tipo de la cicatriz se rio forzadamente, señaló a las dos personas en el sofá y explicó que le debían dinero. Luego, se apresuró a añadir:
—Como la señorita Morales es su prima, ¿qué le parece si olvidamos los intereses? Con que nos pague los veinte mil dólares es suficiente.
Eduardo miró a Regina y rio entre dientes.
—Mira, solo por mi tía, yo pago esos veinte mil por ti.
—No es necesario. Yo tengo dinero.
Regina sacó su tarjeta y se la extendió.
El tipo de la cicatriz no se atrevió a aceptarla y miró a Eduardo, esperando su reacción. Al notar que le temía, Regina le ofreció la tarjeta a Eduardo.
La observó con una so