Eva asintió y tomó a Regina de la mano para irse de ahí. Dos tipos les cerraron el paso.
Aterrada, Eva se aferró al brazo de Regina. Ella se volteó hacia Eduardo Solís con una mirada dura.
—¿Qué pretendes?
—Dije que los dejaba ir a ellos. Nunca dije que a ti también.
Eva se puso pálida al escucharlo. Regina sabía que él no iba a ceder tan fácilmente. Se soltó con cuidado del brazo de Eva.
—Váyanse.
—¡No puedo dejarte aquí!
Eva tenía la cara bañada en lágrimas.
Regina sabía lo terca que podía ser la joven. Empezaba a sentirse mareada y no estaba segura de si era por el aire denso del lugar o por la bebida que había tomado, aunque se inclinaba a pensar que era lo segundo.
Le echó un vistazo al chico que acompañaba a Eva; se veía aterrado.
—¡Llévatela de aquí!
El muchacho asintió y empezó a jalar a Eva hacia la salida.
—¡No me voy! ¡Si te quieres ir, vete tú! ¡No pienso dejar a Regina aquí sola…!
—¡Hazle caso! Es su prima, ¡no le va a hacer nada!
A pesar de la resistencia de Eva, Ramón te