Alicia guardó el celular en su bolsa, levantó la vista y le dijo a su hija:
—Silvia y yo vamos a ir a ver cómo está. Mañana regreso a quedarme contigo.
Regina asintió. Se levantó, acompañó a su mamá a la salida, la vio subirse al auto e irse, y entonces regresó al centro comercial. Era un día laboral, así que la tienda debía de estar tranquila.
—¡Ese bloguero volvió a soltar una bomba! Dice que un artista famosísimo hirió a su patrocinador y que la policía ya se lo llevó.
Regina entró cuando escuchó eso.
—Ay, por favor —contestó Eva con fastidio—. ¿Qué otro artista de ese nivel hay aparte de Sebastián? Ese tipo nomás se inventa historias con gente que ni al caso para conseguir clics...
—¡Regina!
Al escuchar a Mili, Eva se volteó y, al ver quién acababa de entrar, se calló. Regina las saludó y entró a su taller, donde sacó el celular y abrió redes sociales.
El nombre del bloguero ya era tendencia.
Al leer el contenido, se volvió a sentir ansiosa. No podía ser él; él la había llamado ape