Lisa corrió a interponerse en su camino.
—Regi, Sebastián acaba de llegar. ¿Por qué no se quedan un ratito más?
Regina la fulminó con la mirada.
—¡Hazte a un lado!
Lisa intentó sonreír, aunque el gesto no le llegó a los ojos.
—Hazlo por mí...
—¿No acabas de decir que tu prometido no tenía tiempo y no podía venir? —preguntó Gisela, alzando la voz a propósito para que todos la oyeran.
La expresión de Regina se volvió seria. Nunca le había caído bien esa gente, pero en ese momento las odiaba con todo su ser.
Él notó la fuerza con la que le apretaba la mano y vio su tensión.
—No tenía tiempo.
La miró y le dijo en voz baja:
—Vámonos.
Regina asintió y se fueron.
Salieron del club tomados de la mano. Una vez en el auto, el silencio se instaló entre ellos. Todavía estaba molesta, así que bajó la ventanilla para que circulara el aire. No fue sino hasta que el carro se detuvo en un semáforo que logró calmarse lo suficiente para voltear a verlo.
—¿Por qué viniste?
Con la vista fija al frente, res