Capítulo 449
Sebastián Sáenz se enteró por ese diablillo de Emilio que Gabriel estaba hospitalizado por una herida. A las once de la mañana, encontró la habitación y, sin molestarse en tocar, giró la perilla y entró directamente.

Gabriel estaba hablando con Alan. Al escuchar el ruido, ambos voltearon.

—Señor Sáenz —dijo el asistente, muy respetuoso.

—Ajá —respondió Sebastián, y sin más, arrastró una silla para sentarse con toda la confianza del mundo.

Examinó a su amigo con una sonrisa burlona y levantó una ceja.

—¿Qué te pasó? Me contaron que estabas grave.

Gabriel, que ya sabía cómo era, no le hizo caso.

—Regresa a la oficina, por favor.

—Claro, señor.

El asistente tomó los documentos que Gabriel acababa de firmar y salió, cerrando la puerta tras de sí. Solo quedaban ellos dos en la habitación.

—¿Y tú qué haces aquí?

Sebastián siempre había sido un cínico. Con una sonrisa que no le llegaba a los ojos, contestó:

—Pues me dijo Emilio que andabas en las últimas. Somos amigos, ¿no? Tenía que venir a
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