Al ver a Regina, la cara de Emilio se agrió de inmediato. Ella lo vio y luego miró hacia el cuarto del que él salía; sabía quién estaba ahí dentro. Había evitado pensar en Gabriel todos estos días.
Aunque la había salvado, aunque había resultado herido por ella. No quería verlo. No se imaginó que había estado hospitalizado en la habitación de al lado.
—Desconsiderada.
Emilio dijo la frase con desprecio y pasó a su lado cargando el termo. Aun así, a Regina le pesaba la conciencia, por lo que se atrevió a preguntar:
—Eh... ¿cómo está?
Emilio se detuvo y se volteó para mirarla.
—¿Por qué no vas a verlo tú misma?
Dicho eso, se fue. Ella se quedó viendo cómo desaparecía por el pasillo. Se arrepintió por un momento de haber abierto la puerta.
Pero ¿cómo estaría Gabriel? Recordaba que ese día había perdido muchísima sangre. La imagen de las manchas en el suelo volvió a su mente. El recuerdo de él corriendo hacia ella esa noche, convirtiéndose en su salvación. El momento en que la abrazó y rec