—¿Y bien? ¿No vas a decir nada?
Regina notó su reacción y supo que se sentía culpable. Él movió los labios y, con la voz áspera, murmuró:
—Esa noche… surgió algo.
—Ya he escuchado esa excusa —respondió ella con indiferencia—. Hace mucho que dejé de confiar en ti.
No era la primera vez que se lo decía. Al principio, Gabriel no le había dado importancia, pensando que solo eran palabras dichas en un momento de enojo y que, una vez que se le pasara, podrían hablarlo. Pero ella, con una determinación inquebrantable, había solicitado el divorcio.
Un matrimonio sin confianza es insostenible. Él sabía que, si quería recuperarla y volver a casarse, tenía que darle una explicación clara. Pero ¿cómo explicárselo? Al ver la dureza en sus ojos, sintió un nudo en la garganta. Su voz sonó apagada y sin convicción.
—Voy a cambiar.
—Ya te dije que no confío en ti. Ya no somos marido y mujer. Guárdate esa promesa para la siguiente.
Regina intentó soltar su mano con un forcejeo. Pero él la sujetó con más