Giró la cabeza en la dirección del sonido y vio a unos niños que corrían detrás de una enorme botarga de Hello Kitty, que les estaba regalando globos. El traje era tan tosco y pesado que se movía con torpeza, tambaleándose a cada paso. Aunque el sol no pegaba con fuerza en ese momento, era claro que estar dentro de ese disfraz era un martirio.
Regina recordó que alguna vez había tenido un trabajo parecido por diez dólares al día. En comparación, su vida actual era mucho mejor. Jamás se habría imaginado en aquel entonces que llegaría a ganar una cantidad de seis cifras al mes.
Aunque gran parte del mérito era de Sebastián.
Al pensar en él, sacó el celular. No le había mandado ningún mensaje en toda la mañana. No sabía si era decepción o alguna otra cosa, pero estaba molesta. Quiso mandarle un mensaje, pero no se le ocurría qué escribir.
De la nada, una sombra corpulenta la cubrió.
Levantó la vista y se encontró con la botarga de Hello Kitty de pie frente a ella, ofreciéndole un globo. V