Regina bajó la mirada para ocultar lo que sentía.
—Alguna vez te dije que, si impedías que se filmara el guion de Mónica, yo no me divorciaría de ti. Pero en ese momento, elegiste el divorcio.
Gabriel volvió a quedarse serio. Mientras la observaba con su maquillaje impecable, recordó lo que había sucedido entonces, sobre todo la cachetada. La línea de su mandíbula se tensó.
Regina se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja y, como si calculara cada palabra, continuó:
—Me enteré de que su película ya está terminada. No quiero que se estrene. Si puedes lograrlo, podría considerar darte una oportunidad.
Él no respondió. Ella levantó la vista y, al ver cómo él arrugaba la frente, una pequeña sonrisa curvó sus labios.
—Si no puedes, no pasa nada. Pero entonces, aléjate de mí y dedícate a ella.
Ella tomó su bolso y se levantó para irse, pero él se puso de pie al mismo tiempo y la sujetó por la muñeca. El gesto le dio gracia, pero lo único que él pudo ver fue su mirada hostil.
—Suélta