La voz al otro lado de la línea se volvió grave.
—No te fui infiel con ella…
—Pero entre ella y yo, la elegiste a ella. La defendiste. Tú y tus amigos, todos se pusieron de su lado. Gabriel, ¡ayer me dio una cachetada y tú hiciste como si no hubieras visto nada! ¿En serio crees que lo nuestro todavía tiene remedio?
Regina no quería llorar frente a él, pero el recuerdo de lo sucedido el día anterior le partía el corazón.
—Lo siento. Ayer yo…
Lo interrumpió, con la emoción desbordada.
—¡No quiero escuchar tus excusas! ¡Nunca me dices la verdad!
Él guardó silencio.
Tras reprimir un sollozo y recuperar el control, preguntó:
—¿Cuándo regresas?
—Tal vez en una semana.
Ella no le creyó, así que rechinó los dientes.
—Perfecto. En cuanto vuelvas, vamos a tramitar el divorcio. Y más te vale no mentirme, porque si no, te juro que voy a buscarte al hospital.
Dicho esto, colgó.
***
Regina había pedido la mañana libre para firmar el divorcio, pero como no fue posible, no le quedó más remedio que ir