Silvia estaba encantada y le lanzó una mirada cómplice a su hijo.
—Ya es tarde. Suban a descansar de una vez.
Gabriel tenía su propio cuarto en la casa familiar. Aunque no solía quedarse a dormir ahí, Silvia se aseguraba de que la empleada lo mantuviera impecable todos los días. Ahora que Regina y él estaban casados, era lógico que compartieran la habitación.
Regina subió las escaleras detrás de él.
Él abrió la puerta del cuarto y ella entró detrás. La habitación era mucho más grande que la de su departamento y la decoración era mucho más lujosa.
Incluso la cama matrimonial era más grande que la que tenían en casa.
Él se volteó para verla.
—Métete a bañar tú primero.
Ella desvió la mirada y respondió con un monosílabo. Dejó su bolso sobre un mueble y, en cuanto entró al baño, le puso el seguro a la puerta.
Dentro del baño, todo venía en pares: las toallas, los cepillos de dientes, los vasos. Los colores delataban que eran juegos para pareja.
Era obvio que su suegra había planeado que s