A Regina le volvieron a la mente las palabras que Andrea le había dicho durante el día.
«Te enamoraste de Gabriel, ¿no?»
«Te enamoraste, y por eso te importa si tú le gustas a él, por eso le haces dramas. Porque… cuando quieres a alguien en serio, no soportas que haya nadie más».
Regina abrió los ojos. Seguía con una punzada en el corazón.
Sintió un movimiento detrás de ella y el corazón se le aceleró. El cuerpo cálido y pesado de un hombre se pegó al suyo, rodeándola con sus brazos.
Regina se dio vuelta por reflejo.
—¿Qué crees que haces? ¡Suéltame! No te atrevas a obligarme otra vez…
Él la sujetó con más fuerza por la cintura, inmovilizándola contra su cuerpo.
—No voy a tocarte.
—¡Entonces aléjate de mí!
—Duérmete así.
Regina volvió a forcejear. Su pijama era de una tela muy delgada y, al estar tan pegados, sus movimientos no pudieron evitar rozar una parte sensible de él. Su respiración se volvió más pesada.
—Si te sigues moviendo, va a pasar algo. Después no te quejes.
Ella se qued