Regina durmió hasta la mañana siguiente, pero al despertar se sentía agotada. La habitación era desconocida y el vacío en su pecho se hizo más profundo, hasta que al fin la obligó a levantarse.
Andrea acababa de servir los huevos con salchicha que había preparado. Al ver a Regina, le sonrió.
—En el baño hay cepillos de dientes y toallas nuevas. Ve a arreglarte y luego vienes a desayunar.
Murmuró un "sí", tomó su maleta, sacó un cambio de ropa limpia y se metió al baño para ducharse.
Sobre el lavabo vio los artículos de aseo desechables que su amiga le había mencionado, pero también notó un par de tazas idénticas y toallas con diseños de pareja.
Después de arreglarse, salió y se sentó a la mesa con Andrea para desayunar.
Mientras comían, Andrea la observaba con atención, hasta que se atrevió a preguntar:
—¿Y qué piensas hacer?
Regina bebió un poco de leche y respondió con la mirada baja, su voz apenas un susurro:
—Ya le pedí el divorcio.
—¿El divorcio?
Andrea abrió los ojos como platos,