—Pero ya te arrepentiste, ¿no?
La mirada de Mónica era hostil, y sus facciones delicadas tenían una expresión indiferente y elegante.
Al verla, Regina sintió envidia. Mónica le soltó la mano y le dedicó una sonrisa maquiavélica.
—Sí, me arrepiento. Y regresé para recuperar lo que es mío. ¡Volví por Gabriel!
***
Después de que Mónica se fue, Regina se quedó de pie en el baño durante un buen rato, incapaz de calmarse. Sintió un nudo en la garganta y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, gruesas e incontenibles.
Dejó el bolso sobre el lavabo, abrió la llave y, sin importarle el maquillaje, se salpicó la cara una y otra vez con el agua fría del grifo, como si eso pudiera devolverle la calma.
Pero no funcionaba.
Levantó la vista y observó su reflejo descompuesto en el espejo. Las palabras de Mónica resonaban en su cabeza sin parar: Gabriel había ido a Estados Unidos para verla. El anillo que le había comprado a ella, en realidad lo había elegido Mónica. ¿Por qué había hecho algo