El martes por la tarde, llegó al restaurante a la hora acordada.
Mientras esperaba, repasó los nuevos bocetos que había dibujado en los últimos días y ensayó en su mente lo que diría. Tenía que dar una buena impresión para asegurar la colaboración.
Alguien dio unos golpecitos en su mesa. Levantó la vista y vio a un hombre alto y delgado, tenía un aura distinta, llevaba una gorra y un cubrebocas. Cuando sus miradas se cruzaron, el corazón le latió con una fuerza desbocada y abrió los ojos de par en par, sorprendida.
—Sígueme.
Él se dio la vuelta y empezó a caminar hacia el interior del restaurante.
Se quedó paralizada un par de segundos antes de reaccionar. Recogió sus cosas a toda prisa y lo siguió.
Un mesero los guio hasta un salón privado muy discreto.
Una vez sentado, el hombre se quitó el cubrebocas y la gorra. Al levantar la vista, vio que ella seguía de pie a un lado, tiesa. Él sonrió levemente.
—¿No te vas a sentar?
Ella se le quedó viendo. Era una cara que solo había visto en l