Silvia tomó sus cosas para marcharse, pero Regina insistió en acompañarla a la puerta.
—Tú sigue en lo tuyo, que me acompañe Gabriel.
Él hizo una mueca de fastidio.
Su madre le lanzó una mirada y él, resignado, la siguió fuera del departamento.
Una vez que la puerta se cerró y llegaron al elevador, Silvia habló.
—¿Todo bien entre ustedes estos días?
Notó que su madre no se andaba con rodeos.
—¿A qué quieres llegar?
—Solo quiero que seas bueno con ella.
Observaba la cara de su hijo. Era muy guapo, sí, pero con ese carácter tan difícil, no entendía cómo había logrado conquistar a una mujer como ella.
—El escándalo que armó Eduardo en casa de tu abuela… Lo que dijo sobre Mónica, ¿ya se lo aclaraste a Regi?
—No hay nada que aclarar.
Su tono fue cortante.
—Pero Regi y ella son… Bueno, ya sabes a qué me refiero.
Veía que su hijo solo vivía para el trabajo, descuidando todo lo demás. Le lanzó una advertencia.
—Ya sé que tú y Mónica terminaron hace mucho, pero, después de lo que dijo Eduardo,