—¿Ah, sí?
Regina asintió con un leve murmullo y, sin dejar de mirar por la ventanilla, se sumió en el silencio.
Gabriel la observó fijamente por un instante y no apartó la vista hasta que el semáforo cambió a verde.
***
Al llegar al edificio, estacionó el carro en uno de los cajones de abajo.
Ella se quitó el cinturón de seguridad y bajó. Gabriel la imitó.
—No hace falta que me acompañes, ve a trabajar.
—Te acompaño.
Ante su insistencia, ella cedió y asintió en silencio.
Entró al edificio con Gabriel siguiéndola de cerca. Subieron juntos al elevador, sin decir una sola palabra.
Cuando llegaron al departamento, Regina abrió y, en cuanto entró, él la siguió, cerrando la puerta tras de sí.
Al escuchar el sonido de la puerta, se volteó, extrañada.
—Gabriel, ¿no tenías que…?
No alcanzó a terminar la frase. De pronto, una mano fuerte la sujetó por la cintura y la empujó con suavidad hacia un lado, hasta que su espalda tocó la pared.
Ella alzó la vista, tensa, justo cuando los labios de él se