Cuando Gabriel terminó de hacer la maleta, la cerró y la puso de pie. El silencio en la habitación le pareció excesivo y, creyendo que Regina se había dormido, se dio la vuelta para mirarla, pero se encontró con sus ojos abiertos.
Estaba a punto de salir, pero se detuvo un instante. Soltó el asa de la maleta, se acercó a la cama y se sentó para darle un beso en la frente.
—Vuelvo pronto.
Justo cuando él iba a levantarse, Regina le rodeó el cuello con los brazos y lo atrajo hacia ella.
—No quiero que te vayas.
Gabriel observó la seducción en su mirada. Tragó saliva y se rio entre dientes, con un tono ronco y un poco juguetón.
—¿Desde cuándo eres tan pegajosa?
Regina sabía bien que no debía ser tan caprichosa. Era un viaje de trabajo, no iba a ver a Mónica.
Pero Mónica estaba en Estados Unidos.
¿De verdad no habían tenido ningún contacto en todos estos años? Si Mónica se enteraba de que Gabriel estaba allá, seguro que lo buscaría.
Gabriel sabía que era su primer viaje desde que se habían