Sebastián, al escucharlo, también percibió que Andrea estaba particularmente extraña ese día. Su hermana casi nunca le marcaba a esas horas, y mucho menos para preguntar específicamente por Gabriel. Sacudió la ceniza del cigarrillo y le dedicó una mirada socarrona al aludido; sus labios esbozaron una sonrisa llena de sorna.
—Parece que tu tiempo de juego con nosotros se está acabando.
Luego, se dirigió a Andrés.
—Llámale a tu hermano para que se una.
...
Para sorpresa de todos, Andrea llegó sola. Sebastián la vio entrar sin compañía y su expresión mostró extrañeza.
—¿Y eso que vienes sola?
—¿Pues quién más iba a venir? Obvio vengo sola.
Andrea observó que estaban jugando al póker y se sentó junto a su hermano.
—¿Y tu amiga del alma?
—¿Mi amiga?
Ella miró a Sebastián y, como si una idea la iluminara, volteó hacia el individuo distinguido y atractivo que estaba enfrente. Con un tono que denotaba una súbita comprensión, canturreó:
—¡Ahhh! Te refieres a Regi, ¿verdad?
El nombre de «Regi» r