Como en otras ocasiones, estaba en el club 1997. Regina empujó la puerta y entró. Al verla, Sebastián le dio un empujoncito con el pie a Gabriel.
—Ya llegó tu esposa. Yo me voy.
Al ver ese gesto, Regina se molestó al instante y no pudo evitar alzar la voz.
—¡¿Qué te pasa?!
Sebastián Sáenz, notando su mirada furiosa, adivinó la razón de su enojo. Retiró el pie y comentó con un aire burlón:
—¿Qué? ¿Ya te empezó a importar?
Regina vio a Gabriel recostado en el sofá, con los ojos cerrados, y varias botellas vacías sobre la mesita de centro. Se puso furiosa.
—Sabes que cuando se pone así no despierta. ¿Por qué lo pateas?
—Claro que sé que está borracho. Borrachísimo.
Sebastián Sáenz hizo una pausa, examinándola con curiosidad, absorbiendo cada matiz de su expresión. Con un tono perezoso y burlón, continuó:
—En lugar de estar en su casa durmiendo contigo, me habla para que venga a tomar con él. Así lleva varios días. ¿No te preocupa que un día de estos le dé una intoxicación etílica? Y aunqu