Capítulo XVI

                                  XVI

Aquel sábado transcurrió tal y como Julio pidió: sin eventualidades, y esto así lo deseaba por la culpabilidad que sentía después de haber hecho lo que hizo el día anterior. Y no es que le importara el jodido perro, pero tenía esa sensación de incomodidad muy similar a cuando se le metía una pestaña en el ojo. Era consciente de que aquello que hizo estuvo mal, pero así como encontraba ese remordimiento, también le daba alcance una autosatisfacción increíble, la cual lo invitaba a sonreír antes de preocuparse.

Así que ese día inició y terminó con una culpa envuelta en excitación. Incluso a eso de las tres o cuatro de la tarde (cuando el mariconazo del comisario estaba reincorporándose y buscando agua) sintió la urgente necesidad de contarle a alguien aquellos actos de malicia, y no por encontrarse con el

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