Capítulo 97

Lyra estaba recostada en la cama, con el cuerpo cansado y la mirada perdida en las grietas del techo. El refugio de los vampiros era silencioso, demasiado silencioso para su gusto. No había aullidos, ni el sonido del viento chocando con las ramas, solo el eco apagado de pasos lejanos y murmullos de los vampiros afuera.

Desde que había despertado, su mundo se había reducido a esas paredes frías de piedra, al calor sofocante de una manta y al ardor constante en su pierna herida.

Intentó moverse un poco, impulsándose con los brazos, pero el dolor punzante la hizo soltar un gruñido. Apretó los dientes, se obligó a respirar. Su pierna aún no sanaba. La plata seguía haciendo estragos dentro de ella, y su loba… su loba seguía en silencio.

—Maldita sea —murmuró, cerrando los ojos con frustración.

Cuando volvió a abrirlos, notó un pequeño movimiento cerca de la puerta. Una figura menuda la observaba desde el marco, inmóvil, como si temiera acercarse.

Era un niño. No debía tener más de diez a
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