El amanecer despuntaba entre los árboles, tiñendo de dorado el bosque. Los vampiros avanzaban en silencio, con los pasos ligeros y el rostro sereno, aunque la tensión se podía respirar en el aire. Elijah caminaba al frente, con la mirada firme y la capa negra ondeando levemente detrás de él. A su lado, Faene sostenía una pequeña bolsa, mientras Kamila seguía más atrás, observando cada sombra con desconfianza.
Lyra los esperaba en el límite, justo donde los lobos habían preparado un área despejada, rodeada por árboles altos y un río que serpenteaba a pocos metros. Habían levantado tiendas de lona, improvisado cercas con troncos, y encendido una fogata central para dar algo de calor.
Cuando Elijah se acercó, Lyra sonrió y dio un paso adelante.
—Bienvenidos —dijo con voz suave—. Aquí estarán seguros.
Elijah inclinó la cabeza, agradecido.
—No sabes lo que esto significa para nosotros.
—Sí lo sé —respondió Lyra, mirando a su alrededor—. Alguna vez también tuve que empezar de nuevo.
Detrás