La tarde había caído sobre la manada Norte, tiñendo el cielo de un naranja pálido que se deslizaba entre las copas de los árboles. El aire olía a tierra húmeda, a hojas y a hogar… Hogar.
Esas eran palabras que Dean nunca pensó que fuera a decir, que él regresará a una casa donde había alguien esperandolo… alguien que lo amaba y no solo era una persona, sino varias, tres personas o mejor dicho, tres y medio para ser exactos.
Estaba realmente cansado con los hombros tensos y la mandíbula apretaba, su mente no paraba de recordar lo que había escuchado en las últimas horas, la situación con Ragnar se estaba complicando… tanto que comenzaba a creer que la vida de su Alfa corría peligro.
Una pequeña sonrisa se dibujo en sus labios cuando vio a Heller lo esperaba en la entrada de su casa, con las manos apoyadas en el vientre redondeado que apenas comenzaba a notarse. Su sonrisa lo desarmó por completo.
—Llegas tarde —le dijo con dulzura—. Creí que Ragnar te había mandado a revisar las fro