En la manada Norte por la mañana, Lyra se encontraba descansando aún cuando la puerta se abrió y Alona apareció con una bandeja en las manos, vestida con una blusa blanca ajustada y una falda de lino claro y su bata encima cubriendo parte de su atuendo, le daba un aire de serenidad profesional.
—Buenos días, dormilona —saludó con una sonrisa—. ¿Cómo te sientes?
—Bien… increíblemente bien —expresó Lyra al levantarse enseguida—. No siento dolor en el abdomen, ni en ninguna parte del cuerpo.
Alona dejó la bandeja sobre la mesa y se acercó con su equipo médico. Tomó una linterna pequeña y comenzó a revisarla con la precisión que la caracterizaba. Se sorprendió cuando le levantó el abdomen, sus costillas parecían en su lugar, ya no tenía ningún rasguño, ni hematoma en su cuerpo.
—Eso es porque estás completamente curada —anunció, aunque la voz le tembló levemente al decirlo—. Todas tus heridas… incluso las internas… desaparecieron como si nunca hubieran estado.
Lyra no pareció muy sorpren