Salvia

—En serio, Elizabet, el remedio de mi abuela sería mucho más apropiado. —La voz de Victoria resonó por todo el campo de entrenamiento donde yo estaba atendiendo un tobillo torcido.

Pero antes de que pudiera retirarme, la joven loba a quien estaba tratando habló.

—Prefiero la curación de Salvia. Sus métodos funcionan mejor —Elizabet sostuvo firmemente la fría mirada de Victoria—. Y ahora es parte de la manada, el mismo Rey lo dijo.

La calidez floreció en mi pecho mientras Victoria se alejaba furiosa. Esos pequeños momentos de aceptación seguían sorprendiéndome: lobos defendiéndome, buscándome, tratándome como si perteneciera a ese lugar.

Incluso en ese momento, observando el entrenamiento matutino desde mi lugar cerca de las líneas laterales, notaba la diferencia. Los guerreros asentían respetuosamente al pasar. Los lobos jóvenes me saludaban con la mano. Algunos incluso se me unían, curiosos sobre las medicinas que estaba preparando.

—La cataplasma de hojas plateadas que me ense