Carlos
Por un momento, solo pude mirarla atónito desde el suelo. Nadie se había atrevido a usar su poder contra mí desde que me convertí en Rey. Ni siquiera mi padre... mi pecho se contrajo ante ese pensamiento, pero el pie de Salvia presionando firmemente contra mi esternón exigía mi atención.
—¿Acabas de...? —comencé, sintiendo cómo crecía mi ira.
—¿Tirarte de culo al suelo? Sí. —Me miró desde arriba, con sus ojos violetas ardiendo—. ¿Vas a hacer algo al respecto?
Mi bestia se alzó ante el desafío, pero antes de que pudiera actuar, ella retiró su pie y cayó con gracia para sentarse a horcajadas sobre mis muslos. Esa posición íntima disipó mi enojo, reemplazándolo con una conciencia que había estado tratando de suprimir durante días.
—Mírame —exigió suavemente, enmarcando mi rostro con sus manos—. Mírame de verdad.
Intenté apartar la mirada pero ella me sostuvo con firmeza. —Salvia...
—No más huidas —sus pulgares acariciaron mis mejillas, ese toque gentil contrastaba con el poder que