—Dime.
—Addison, ¿estás bien? —No parece estar borracho.
—Sí, ¿y tú? —¿Qué querrá?
—Bien, ¿qué tal fue ayer?
Mi copa de vino se detiene a medio camino de la mesa a mis labios. ¿Por qué de repente me siento interrogada? Recuerdo que lo ignoiré y me fui con Nick.
No es más que una pregunta cordial. ¿Qué debería contestar? ¿Que me tiré al dueño de Gramur y que después me fui a su casa? ¿Que me dio por el culo? ¿Que es mayor que yo, aún no sé cuánto, pero que es un auténtico adonis? ¿Que casi no puedo andar?
—Muy bien, gracias —respondo finalmente.
—Genial —gorjea, pero después se hace un silencio.
¿A qué viene este interés repentino por mi carrera? Cuando le dije que había conseguido el contrato con la editorial Richi se limitó a preguntarme qué había de cenar. Entonces lo oigo tomar aire.
—Addison, ¿te apetece que vayamos a comer el martes? —No suena normal. Suena nervioso y tímido, no como el Jackson engreído y pagado de sí mismo que yo conozco. ¿Qué hace en