—Buenos días.
Es demasiado rápido. En una milésima de segundo, me encuentro boca arriba atrapada bajo su cuerpo, con los brazos sujetos sobre mi cabeza. Ni siquiera me da tiempo a asimilar su ataque o a emitir un grito de sorpresa.
—Alguien está pensando en echar un polvo somnoliento —musita mientras se inclina para mordisquearme la nariz.
—No, estoy pensando en Nick White, lo que significa que tengo distintas variedades de polvos en mente.
Enarca las cejas lenta y pensativamente.
—Eres insaciable, preciosa mía —dice, y me besa con fuerza—. Pero vigila esa boca.
Me apresuro a devolverle el beso, pero me detiene y me aparta. Lo miro mal y sonríe con su sonrisa de pillo. Lo miro peor todavía, pero hace caso omiso.
—He estado pensando —anuncia.
Dejo de fruncir el ceño al instante. Cuando Nick piensa es mejor echarse a temblar.
—¿En qué? —pregunto con recelo.
—En lo dramática que ha sido nuestra vida de casados.
Es verdad. No puedo discutírselo, pero ¿adónde quiere ir a parar con esto?
—¿