Niego débilmente con la cabeza, como la cobarde patética que soy. Se merece una explicación, pero no sé por dónde empezar. Mi cerebro ha echado el cierre, como si me estuviera protegiendo de lo inevitable: Nick va a perder el control. Ya está al límite.
Me toma bruscamente de la barbilla y la levanta para obligarme a mirarlo. Tengo los ojos llenos de lágrimas, pero veo con claridad meridiana su expresión de dolor.
—Lo siento —sollozo. Es lo único que se me ocurre. Es lo único que debería decir. Siento mucho haber pensado hacer una cosa tan horrible.
Se derrumba delante de mí y me siento aún más culpable.
—Me has roto el corazón, Addison.
Me suelta y se mete en el vestidor. Me deja hecha un trozo de carne patético y tembloroso. Las náuseas matutinas han desaparecido, pero la vergüenza no me deja ni respirar. De repente me doy asco, así que me hago una idea de lo que Nick opina de mí.
Reaparece con un puñado de ropa, pero no la mete en una maleta ni va al baño a tomar nada más, sino que