Lo sabía. Mi hombre está muy contento, pero siempre lo está cuando estamos juntos… o siempre lo está cuando lo dejo salirse con la suya. Sea como sea, no puedo negar lo feliz que me hace verlo así, y saber que es por mí y por su pequeño cacahuete. Me ve mirándolo y me guiña el ojo. Me siento feliz y segura, y entonces me acuerdo de que mi hermano me debe una explicación o dos.
—¡Eh! —le suelto—. ¡Tienes mucho que contarme!
Lucas se acerca y me mira como si lo estuviera aburriendo. No me gusta esa mirada.
—Le he dicho a Nina que deberíamos dejar esto.
—Anda. —Esa noticia me interesa—. ¿Y?
Se encoge de hombros.
—No sé si lo hará, pero no sé nada de ella desde el sábado.
—Sabía que estaba contigo —replico, dirigiéndole una mirada de reprobación—. ¿Qué ha pasado?
—Samanta —contesta en voz baja—. No es perfecto ni ideal, pero estamos en ello.
—¿Por el hotel?
—Sí.
—¿Y por qué han venido?
Si están intentando eliminar el hotel y las cosas raras de su relación, ¿no debería evitar el lugar como