—¿O por aquí? —Su voz ronca traiciona su calmada fachada. Me mira con una ceja arqueada y empieza a masajearme el pezón con el dedo. Gimo.
Si está esperando que diga algo, ya puede ir olvidándose. He perdido por completo la capacidad de hablar, sólo puedo emitir jadeos cortos y agudos.
—Son mías.
Me amasa el pecho con suavidad durante unos instantes más y después vuelve a acariciarme la piel sensible con la mano. Se pasa varios segundos trazando círculos grandes sobre mi vientre antes de continuar hacia abajo. Tengo que obligarme a respirar cuando el calor de su mano alcanza la parte interior de mi muslo. Estoy embriagada de deseo.
Justo cuando creo que va a reclamarme con los dedos, cambia rápidamente de dirección y me acaricia la cadera, lo que me sobresalta. Me agarra el culo.
—¿O por aquí? —Habla en serio. Yo me pongo rígida—. Cada centímetro, Addison —resuella.
Contengo la respiración. Me arden los pulmones cuando sonríe ligeramente y sus manos empiezan a deslizar