—En el infierno —responde con dulzura—. Me dejaste, Addison. —No me mira y no lo dice en tono de acusación, pero sé que me está diciendo que rompí mi promesa.
—¿Dónde has estado? —insisto dejando el pie sobre el suelo de la ducha y levantando el otro cuando me da un golpecito en el tobillo.
—Estaba intentando darte espacio. Sé cómo me porto contigo y ojalá pudiera evitarlo, de verdad. Pero no puedo.
Aún no me ha respondido. Todo eso ya lo sé.
—¿Dónde has estado, Nick?
—Siguiéndote —susurra—... a todas partes.
—¿Durante cuatro días? —exclamo.
Me mira y deja de enjabonarme.
—Mi único consuelo era ver que tú también te sentías sola.
Me toma la mano y tira de mí para que me arrodille yo también. Me aparta el pelo mojado de la cara y me da un beso tierno en los labios.
—No somos convencionales, nena. Pero somos especiales. Lo que tenemos es muy especial. Me perteneces y yo te pertenezco a ti. Eso es así. No es natural que estemos separados, Addison.
—Nos volvemos locos el uno al otro. No e