Se acerca mordiéndose el labio y lo observo con cautela. Cuando llega a mi lado, se abre paso entre mis piernas, me saca las manos de debajo de los muslos y las sostiene entre ambos. Me las acaricia con los pulgares.
—Deja de preocuparte por lo que dije en sueños. ¿No dije que te quería? —pregunta con ternura. Frunzo el ceño.
—No.
Sus ojos verdes parpadean y una de las comisuras de sus labios forma media sonrisa.
—Eso es todo lo que importa.
Me besa en la frente.
Me aparto de sus labios. Sí, importa. Lo está haciendo otra vez. Me está dando evasivas.
—No fue normal, y ya me estoy hartando de ese tonito. —Le lanzo una mirada asesina y retrocede, sorprendido, con la boca abierta. Pero no le doy la oportunidad de devolvérmela—. O desembuchas o me largo —amenazo.
Él cierra la boca, no dice nada. Lo he tomado por sorpresa.
Levanto las cejas, altanera.
—¿Qué eliges?
—Dijiste que nunca ibas a dejarme —replica, despacio.
—Vale, deja que lo reformule: no te dejaré si empiezas a darm