—Desde ahora ése será mi objetivo. Haré lo que haga falta.
Pronuncia esas palabras, las mismas que dijo la noche de mi fiesta en Gramur, con idéntica convicción que entonces. Cumplió su promesa de demostrar que yo lo deseaba. Una pequeña chispa de esperanza ilumina mi apesadumbrado corazón. Vuelvo a hundir el rostro en su pecho y me aferro a él. Lo creo.
Un suspiro silencioso escapa de sus labios mientras me estrecha con fuerza y permanece así como si su vida dependiera de ello.
Seguramente así sea. Y la mía también.
—Se te va a enfriar el agua —murmuro contra su pecho desnudo.
Un rato después, todavía seguimos tirados en el suelo abrazados con fuerza.
—Estoy a gusto —protesta, y percibo algo de familiaridad en su tono.
—También necesitas comer —le informo. Se me hace raro darle órdenes—. Y deberían verte esa mano. ¿Te duele?
—Mucho —confirma.
No me extraña. Tiene un aspecto horrible. Espero que no se la haya roto, porque después de cinco días sin tratamiento méd