Una ola de ansiedad me recorre el cuerpo y un millón de pensamientos se agolpan en mi mente. Nunca he visto a Nick beber. Nunca. Siempre que había alcohol, él lo rechazaba y pedía agua. Nunca se me había ocurrido preguntarme por qué. ¿Lo he visto beber alguna vez? No, creo que no. Contemplo la botella vacía de vodka sobre la mesa y pienso que la ha tirado al suelo con poco cuidado. Algo no va bien.
—No, por favor, no —susurro para mis adentros.
Me viene a la cabeza lo mucho que insistió en que no bebiera el viernes. Nuestra pelea en el Blue Bar cuando intentó obligarme a beber agua ya no parece una cosa ni tan rara ni tan poco razonable.
Oigo el ruido de algo que se cae. Me olvido de la botella de vodka vacía y miro hacia la terraza. Las puertas de cristal se abren. Bajo la escalera a toda velocidad, cruzo el salón y derrapo al llegar a la terraza y ver a Nick intentando levantarse de una de las tumbonas. ¿Es que he vivido con los ojos cerrados durante las últimas semanas?