Es un fanático del orden. ¡Qué mal! Yo soy un desastre en casa. Cierro el cajón y abro el último, pero sólo encuentro calcetines de deporte y varias gorras. A continuación, abro todos los cajones de la otra cómoda: están llenos de una amplia selección de pantalones cortos de correr y camisetas deportivas.
Me rindo y, todavía envuelta en la toalla, bajo a la cocina, donde Nick tiene la cabeza metida en la nevera.
—No encuentro mis cosas —le digo a la puerta de la nevera.
Saca la cabeza de la nevera y me recorre con la mirada el cuerpo envuelto en una toalla.
—Desnuda me vale —dice, y cierra la puerta. Pasa junto a mí con un tarro de mantequilla de cacahuete—. Mi asistente tiene el día libre y la nevera está vacía. Voy a encargar comida; ¿qué te apetece?
—Tú —sonrío.
Sonríe, me arranca la toalla, la tira al suelo y admira mi cuerpo desnudo.
—Tu dios debe alimentar a su seductora. —Su mirada danzante se centra en mis ojos—. El resto de tus cosas está en ese enorme arco